Con orgullo y sabor Jarocho
Veracruz es una ciudad en contraste transformación. De la “Villa Rica de la Vera Cruz”, pasando por las “Ventas de Buitrón”, a la “Ciudad de las Tablas”, la “Nueva Veracruz”, la “Heroica”, el “Cementerio de los españoles”, “Jarochilandia” o el “manicomio con vista al mar”. Veracruz nos ofrece en ese movimiento una constante, algo así como un ADN primigenio que la caracteriza. La calidez del veracruzano, del porteño jarocho su picardía: ¡Vaya loco! ¡Relojes 100% piratas!, su esencia alegre, su ingenio y su fuerza para adoptar y hacer suyos a los recién llegados.
Veracruz, ciudad y puerto es un mosaico cultural, si bien es cierto en casi 500 años el entorno se ha modificado, las razas se han funcionado, los ritmo, tradiciones y sentimientos han sido fundido en un solo crisol, también lo es que la “veracruzainedad” se siente, se vive en las danzas africanas convertidos en fandangos, los ritmos cubanos adoptados y vivificados, las tonalidades de piel, los acentos andaluces y en ojos rasgados o en sonrisas Sirias.
Veracruz es extremo los amas o te vas y no vuelves más, no hay término medio, y los que se van por razones diferentes, se llevan a Veracruz y crean otro “Little Veracruz” en lugares como Cancún y Playa de Carmen y ni que decir de otras partes del mundo, como los Estados Unidos, donde hay grandes cantidades de Veracruzanos, en donde algunos que sin ser porteños o jarochos, se cimbran y lloran cuando alguien les canta la canción: Veracruz, del maestro Agustín Lara.
Y en este rinconcito, transformado hoy en día en zona metropolitana, donde siguen haciendo sus nidos las olas del mar, donde se sabe sufrir y cantar, con especies de palmeras que respetan el reglamento municipal para emborracharse en horas establecidas y en donde deambulan miles de almas de piratas posesionadas de igual número de ciudadanos, algún día todos tendremos que volver.
Recorrer la ciudad y puerto es como realizar una peregrinación obligatoria para los adoradores de la historia.
El Centro Histórico es obligatorio, en un breve espacio como lo es la Plaza de Armas, se puede –si se quiere– con un poco de imaginación ver a Hernán Cortés firmando la aceptación del encargado del Cabildo, ver correr a los piratas de Laurence de Graff, sentir el fragor de la batalla de los franceses de Luis Felipe I luchando en los pasillos de los Portales, escuchar las arengas republicanas de Santa Anna, ver desfilar virreyes, emperadores y liberales, en fin, la historia viva de un país que no puede alcanzar a comprenderse sin Veracruz.
Sentada en una banca puedo seguir jugando a imaginar y saludo a la Condesa Calderón de la Barca, observo las notas que realiza Jack London o me estremezco con la fiera mirada del poeta Salvador DíazMirón que me reta a duelo, y no en plan de juego, el tiempo mata.
Escucho las campanadas de la Parroquia, pero también el sonido del tranvía junto a los reclamos de los inquilinos, durante su marcha por mejores condiciones, al frente va Herón Proal.
Todo esto se puede observar en el Centro de la ciudad, imagines y olores de una no menos rica gastronomía hibrida. Pulpos y paella gallegas transformadas en estilos veracruzanos.
Veracruz mantiene su identidad por una riqueza intangible, su memoria oral, sus leyendas, los nuevos “viejos” relatan lo que los antiguos “viejo” les contaba, historias de monjes flotando en medio de la nada, gritos de terror a media noche, fantasmas de piratas, jinetes descarnados recorriendo las calles principales.
En sus cuarteles de la Plaza de Armas, las Legiones de “jubilados” acampan en espera de ser escuchados, hombres valiosos que han visto y escuchado lo que es la grandeza de Veracruz, se antoja adoptar a uno o a todos, son excelentes prospectos de promotores culturales, vivos embajadores de nuestra ciudad, desaprovechados.
Plaza de Armas del puerto, -mal llamado Zócalo– es una pintura surrealista que capta el alma de los Piratas atrapados en el tiempo y que se manifiesta a través de los vendedores de “fayuca”, de “chiapanecas” que dejan de serlo por la mañana y se transforma a partir de las seis de la tarde con artesanías elaboradas en China.
Es un hecho, piratas nos engendraron, pirata, Cortes, piratas sus hijo en ese ir y venir del tiempo, sigue siendo piratas cada vez que aparecen en firmamento jarocho y ¡una luna de plata!
Como dijese el versador Félix Martínez González:
“Soy jarocho mal hablado, chispiante herencia andaluz. Soy nacido Veracruz es mi piel color caco. Como arroz con pescó, la jarocha vitamina, mi canto no desafina aunque peque de ser llano, suerte en ser Veracruz que el carácter determina”.
“Orgulloso de mi piel morena como el cacao, de este mi hablar recortaó, con un léxico que es mío. A mis tradiciones fiel, que con gusto las derrocho, mi verso lo desabrocho, en versos que son cascada, quede mi expresión plasmada ¡Soy a orgullo, Jarocho!”