Simplemente educación[i]

 

La educación puede considerarse un vehículo para lograr altos niveles de desarrollo, un aspecto que marca nuestra vida en términos directamente relacionados con la economía doméstica, con temas preventivos o curativos de salud, con los tipos de relaciones interpersonales que tenemos, con la calidad de vida que ostentamos, con la cantidad y tipo de problemas a los cuales nos enfrentamos, con llevar una vida ordenada y en general con absolutamente todo lo que nos rodea. Al igual que la salud, es la base de todo. ¿Por qué no meterse de lleno a fortalecer la educación?

 

Abro el debate, como usualmente lo hago, con datos duros. Según el INEGI, en 2010, el 92.4 % de la población total de quince años y más sabía leer y escribir en México (aparentemente una buena noticia). Así mismo, el promedio de años de escolaridad de un mexicano era de 8.6 años, es decir, primaria concluida  y casi toda la secundaria (ya no son tan buenas noticias). Tan sólo el 30 % de la población de cinco años y más asistía a la escuela (definitivamente malas noticias). Un dato importantísimo en éste tenor es que, mientras menor es la edad del mexicano, más alta es la prioridad en su hogar por sus estudios y por el contrario, a medida que el mexicano sube de rango de edad (crece y madura), menor es el porcentaje de asistencia a la escuela. Concretamente, llega a ser hasta del 96 % la asistencia a la escuela para los menores de seis a doce años; mientras que solamente el 6.6 % de la población de 25 a 29 años de edad sigue estudiando –se presume una maestría–. Dato revelador, pues se asume que a los padres de familia les importa mucho más, por no decir únicamente, que sus hijos tengan la educación primaria y secundaria y le restan importancia a estudiar el bachillerato, profesional, técnico, superior o ni se diga un posgrado.

 

Quiero ir un poco más allá de la educación formal, la que se imparte en las aulas y, me gustaría abordar paralelamente el tema de la educación en casa. En primer lugar nos educan en casa. Es nuestra primera escuela. Ahí nos enseñan valores, respeto, dignidad, gratitud, modales, disciplina, cultura del esfuerzo, del deporte, aspectos de religión, amor y otras enseñanzas que competen básicamente a la formación que tienen los padres y que le quieren transmitir a sus hijos.

 

El complemento de educación lo obtenemos en la escuela formal, institución de enseñanza donde  aprendes desde los colores básicos, las letras, los animales, los números, a leer, a escribir, a comprender las lecturas, hasta aspectos  básicos de biología, matemáticas, español, civismo, ética, inglés, química, física, historia y otras disciplinas más.

 

¿Si en casa no nos instruyen bien, se puede esperar que lo aprendido en la escuela sea lo suficiente para lograr altos niveles de desarrollo? O viceversa, ¿habrá buenos profesionistas si se les instruye adecuadamente en casa, pero en la escuela les enseñan de manera incorrecta? Creo que ambos centros de educación son complementarios entre sí, aunque por naturaleza la primera escuela, insisto, es el hogar, con la familia inmediata como instructores y ahí pues inicia el círculo.

 

Me quedan muchas dudas respecto a que solamente el Gobierno sea culpable de los rezagos educativos que existen actualmente en nuestro país y cercanamente en Veracruz. Por supuesto que les competen aspectos técnicos, operativos, administrativos, financieros, de infraestructura, de capacitación y de enseñanza pero, ¿qué sucede con los valores? ¿Por qué los niños llevan dinero a la escuela que utilizan para comprar golosinas nada nutritivas?, ¿quién les da celulares para que hablen y chateen en horas de clases o peor aún, graben humillaciones a otros compañeros y las compartan en la red (bullyng)?, ¿quiénes no buscan la manera de continuar invirtiendo en la educación de los pequeños?, ¿quiénes? Así es, los padres de familia.

Dado que la mayoría de los problemas que enfrenta México están directamente relacionados con  la educación, una propuesta concreta para solucionarlos es invertir eficientemente en ella. Según datos de la OCDE, para 2010 el gasto total en educación en nuestro país llegó a ser de 6.2 % del PIB nacional, nada mal de acuerdo a estándares internacionales. Sin embargo, el 83 % de estos recursos se destinan al rubro de remuneraciones salariales y percepciones personales. Lamentable, pues sólo un poco de ése presupuesto va directo a la inversión en infraestructura o mejoras educativas. En resumen, México gasto mucho pero gasta mal en educación.

 

La reciente reforma educativa abrió una nueva luz de esperanza para que este gasto se eficiente, para mejorar la calidad de la educación y para poner un poco en cintura a los sindicatos de maestros que, en lo personal pienso soy un lastre para el desarrollo del país y de los estados. Esperemos que su implementación operativa sea efectiva y que realmente cambien para bien las cosas en el ámbito educativo.

 

Si los padres de familia hacemos lo que nos corresponde, si las autoridades de Gobierno hacen lo que les corresponde y si los maestros y directivos de las escuelas hacen lo que les corresponde, las cosas mejorarían indudablemente. Nos hace falta educación a los padres, a los funcionarios y hasta a los propios maestros. Simplemente educación para educar a los que vienen.

 

Sugerencias y comentarios

robsaca@hotmail.com

@_carlosrobles

 

[i] Autor Carlos Robles Saldaña. El autor cuenta con estudios de Licenciatura en Economía por la Universidad de las Américas en Puebla así como de Maestría en Administración por el ITESM. Se ha desempeñado en el sector internacional, privado y público.L

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