Adiós a las armas

 

Este próximo miércoles, 20 de noviembre, conmemoramos una de las fechas más emblemáticas de nuestro país. Aunque cada año es más distante el recuerdo de la revolución mexicana de 1910, sus resultados, cotidianamente los vivimos, al tener estabilidad social y diálogo para el entendimiento político.

 

En gran medida, la revolución mexicana significó a la vez, un posterior adiós a las armas en nuestro país, porque aún cuando después existieron enfrentamientos, la población y sus líderes dejaron de lado la sangre y desolación, encauzando la solución a las diferencias a través del diálogo y el entendimiento social.

 

La responsabilidad de que las armas nunca vuelvan a ser usadas en una revuelta social, recae en el quehacer cotidiano de quienes somos empleados públicos, pero también en la participación de los luchadores sociales que anteponen el entendimiento verbal y el intercambio pacífico de ideas por encima de cualquier tipo de violencia.

 

Una grata noticia, de la que hace unos días fuimos testigos, fue el reconocimiento que se hizo al Distrito Federal, al ser nombrada Capital Mundial de la No Violencia y reconocido su gobierno por los programas implementados, entre ellos, el de desarme voluntario; distinción otorgada en Hiroshima, Japón por la organización internacional Alcaldes por la Paz.

 

Está claro que las naciones con mejor calidad de vida en el mundo, son aquellas que saben resolver sus problemas internos en mesas de negociaciones y, los problemas externos, mediante la diplomacia como es el caso de Suiza, Suecia y Noruega.

 

México es visto como un país con buenos pronósticos, con reconocimiento internacional, con mucho potencial para llegar a ser una de las economías más fuertes del mundo, sin embargo, justamente nuestra dificultad histórica ha sido  lograr el acuerdo y unificar las voluntades para avanzar por el mismo camino.

 

Coincido en que no podemos conformarnos sólo con alcanzar el crecimiento económico, debemos poner mayor atención en lograr un desarrollo integral y que realmente se mejore la calidad de vida de todos los ciudadanos, ya que de poco sirve tener una economía sólida y próspera si esta no se ve reflejada en los bolsillos de los mexicanos mediante una correcta distribución de la riqueza generada.

 

Nuestro reto está claro y por eso es importante recordar nuestra historia para no cometer los mismos errores.

 

 

 

 

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