La transparencia gubernamental: la cara confiable de la administración pública.

 

La administración pública sufre un déficit en la confianza ciudadana. La mejor manera de recuperar esa confianza y legitimar las acciones del gobierno es transparentando los procesos políticos – administrativos.

 

Hoy en día, los ciudadanos ejercen y exigen sus derechos, poniendo mayor énfasis en que se cumplan las obligaciones del gobierno de modernizar, transparentar y  erradicar vicios de antaño en la administración pública.

 

En México existen avances significativos en materia de transparencia gubernamental. Contamos con una Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública, con un transformado Instituto Federal de Acceso a la Información y Protección de Datos, autónomo y con nuevas facultades, así como una Ley Federal de Responsabilidades Administrativas de los Servidores Públicos con exigencias específicas como la declaración patrimonial, la rendición de cuentas, el no utilizar recursos públicos para fines diversos a los establecidos en la ley.

 

La transparencia, sin embargo, va más allá del cumplimiento de la ley. Ser transparente implica una actitud ante los ciudadanos y ante la propia administración pública de hacer visibles nuestras decisiones, los procesos y todas aquellas actividades que se relacionan directa o indirectamente con nuestro encargo, comisión o actividad.

 

Entre los Senadores de la República prevalece la convicción de tener un marco jurídico acorde a los estándares internacionales y con la decisión de robustecer nuestras leyes con aspectos innovadores bajo una perspectiva interdisciplinaria, contemplando nuestra realidad.

 

Soy un convencido que la transparencia gubernamental debe llevarse a tal nivel, de tenerla en tiempo real en la mayoría de los procesos y decisiones. Para ello, debemos apoyarnos en los ciudadanos e impulsar más las contralorías sociales y la participación ciudadana en los debates, acciones y procesos de la administración pública.

 

Si logramos integrar de manera correcta a los ciudadanos a las responsabilidades político administrativas del país y, además, hacemos visibles el ¿cuánto, cómo y cuándo se gasta?, estaremos en posibilidades de recuperar la confianza ciudadana y mostrar que el servicio público requiere no sólo de gente preparada, sino gente con vocación de servicio, sensibilidad y empatía hacia sus conciudadanos.

 

La antipatía e intolerancia hacia la política o el servicio público no beneficia en nada y trae consigo más contratiempos al desarrollo de México, por eso debemos contribuir al ejercicio público vigilando, dando seguimiento y denunciando; pero también, brindando reconocimiento a quienes realizan con dignidad y honradez su encargo. Si decimos lo que está mal, hay que reconocer también lo que se hace bien.

 

 

 

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