“Nosotros qué culpa tenemos”
¿Quién son esos, Iván Arévalo y Diego Corro? Esa era la pregunta que la gente lanzaba al aire; se notaban molestos, acalorados, muchos de ellos venían transbordando, sus rostros denotaban angustia por el retraso, mientras que los chóferes que llevaban horas atorados en medio del embotellamiento, se miraban unos a otros sin remedio de quejarse porque no podían avanzar, ni para atrás ni para adelante.
¿Nosotros qué culpa tenemos? Le dijo una mujer embarazada ya en días de dar a luz a un reportero de televisión con cámara en manos; ella venía caminando sobre la carretera bajo un sol incandescente, seguida de otra señora enferma de los riñones que llegó desde lejos para someterse a un tratamiento médico de diálisis en el Hospital General.
El colmo fue que los taxistas decidieron hacer su agosto, porque si la gente que les pedía una corrida desde el puente Calzadas hasta el centro de Coatzacoalcos llevaban maletas y notaban que venían de fuera, les cobraban 100 pesos, cuando lo normal son de 35 a 50 pesos por corrida.
Freddy Arévalo, hermano carnal de Iván se molestaba al escuchar el reclamo de la gente, “si fuera tu familia, aquí estarían parados obligando al Gobierno” les respondía serenamente Freddy, aunque con el rostro endurecido.
El caos vehicular se vislumbraba desde el puente de la ICA, el cual cruza la autopista Nuevo Teapa-Cosoleacaque en el municipio de Minatitlán, “deben desviarse rumbo a la carretera a Canticas para llegar a Coatzacoalcos” les decía el delegado de transito, José Raúl Cervera Terán, a los conductores de aquel intenso aforo vehicular que circulaba en esos momentos y se peleaban con los agentes viales porque no los dejaban pasar.
De Mina a Coatza y viceversa, la carretera estaba completamente despejada; aunque la fila de vehículos detenidos comenzaba desde la colonia de Cosoleacaque, Estero del Pantano hasta el puente Calzadas, donde lo chóferes aprovechaban para charlar entre ellos y otros para comer sentados sobre la carpeta de rodamiento mientras que algunos dormían la mona debajo de sus pesados vehículos, porque habían estado toda la noche parados sin poder avanzar.