La historia de la gastronomía es tan antigua como lo es el hombre y su necesidad de alimentarse.

Con el pasar de los años, el hombre fue descubriendo nuevos alimentos, formas de conservación y maneras de consumirlo. La alimentación pasó de ser una necesidad diaria a una emoción de paladares en honor a la buena comida. Se buscan nuevos animales, mezclas poco usuales y bebidas para despertar los intereses de los exigentes primeros gourmets.

Durante muchos años los mejores cocineros fueron los mayordomos o servidumbre de la gente poderosa económicamente, pero definitivamente los cambios han evolucionado la manera de ver la gastronomía y tal cual como dice el Chef Auguste Gusteau (de la película Ratatouille) “TODOS PUEDEN COCINAR” .

Definitivamente la cocina y las técnicas de preparación de la comida cada vez se profesionalizan más y en el “top” de la esfera mundial se encuentra la nueva élite de Chefs internacionales que transforman simples ingredientes en verdaderas obras de arte.

Pero aun cuando todos tienen nombre y apellido, curriculums impresionantes, premios y creaciones dignas de maravillar a propios y extraños, hay un chef, uno en particular que desde siempre se ha entregado a la devoción incomparable del servicio. Sus manos tienen magia y producen efectos incomparables en nuestro cuerpo y en nuestra alma, nada, por muy malo que sea, permanece después de un reconfortante Caldito de pollo hecho con amor, se esmera al punto del desmayo para que sus comensales disfruten, para que no se mortifiquen por el costo de sus alimentos, previene hasta el mínimo detalle de nuestros locos antojos y ocurrencias y sabe que se necesita para que cada lágrima se vuelque en sonrisas, besos y abrazos. Trabaja de día, de tarde, de noche…de ser necesario no duerme, procura siempre la mejor calidad para nosotros (aun cuando no gane nada de dinero). Su entrega es incomparable y su pasión es hacernos felices. Los alimentos curan decía Boulanger y definitivamente tenía razón, pero por si solos son entes inertes, sin vida, pero llegados a la cocina de este ser maravilloso, qué más que cocinera parece ángel, se transforman en paz y cariño a cucharadas. Sirvan estas líneas para homenajear a las guerreras incansables que pintan sueños en nuestras cabezas y alegrías infinitas en nuestro corazón.

El mejor chef del mundo, nos alimenta desde siempre, comparte no solo su devoción por la cocina si no la pasión por la vida, crea magia e historias inmensurables en nuestra memoria y más allá de todo lo posible, daría su vida por una sola sonrisa nuestra…Gracias por permitirme nacer, gracias por hacerme crecer y creer, desde el fondo de mi corazón TE AMO MUCHO MAMÁ.

Mi recomendación: Esta vez ella no cocina, abrázala, bésala y dile fuerte fuerte lo mucho que la amas…en vida.

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