“La única diferencia entre un capricho y una pasión eterna es que el capricho dura algo más.” Oscar Wilde.

Al momento de escribir esto, son las 11:45 p. m., del miércoles 1° de febrero de 2017. Acabo de ver Animales Nocturnos. No es mi intención, ni mucho menos, hacer una sinopsis, reseña o semblanza de la película. Busco, más exactamente, explicar la impresión que me produjo.

Cabe anotar que la película es clasificación B-15, y hay una cantidad de desnudos, más o menos artísticos, que en mi niñez y adolescencia hubiera sido poco probable que pasaran en una película. ¿Nos hemos vuelto de mentalidad más abierta? De ser así, lo celebro.

Pues bien, las primeras escenas son impresionantes, un reflejo de nuestra sociedad de consumo, capitalista, obesa, postmoderna. Me encantó, porque no pude dejar de sentirme reflejado en los cuerpos de esas mujeres, con una vaga melancolía. Verse al espejo es difícil, no como individuo particular, sino como el producto individualizado de toda una civilización.

Al principio de la película, una mujer muy arty [refinada-pero-pretenciosa] parafrasea a Oscar Wilde (mi autor favorito) al hablar con Susan Morrow (la protagonista, interpretada por Amy Adams) sobre su marido homosexual. Para el caso, le dijo que su marido era su comadre.

La trama se divide, grosso modo, en tres relatos. La vida triste e insatisfactoria de una mujer adinerada, que da un vuelco emocional con la historia, cruel, vengativa y sangrienta de un libro que le llega a su casa, y numerosos flashbacks de la vida de la protagonista, con su anterior marido, escritor del libro. No cuento más porque muchos seguro ya la vieron, y pueden buscar la reseña en otros lugares.

Me quiero abocar más en las formas, que son impecables. La música es sublime, de un preciosismo burgués sumamente embriagador, la calidad de las imágenes es bastante buena, el vestuario es simplemente magnífico. Un mundo de absoluto buen gusto, la pureza de las formas, con el precio de la vacuidad del espíritu, la infelicidad y la insatisfacción.

Cuando era adolescente, vi El diablo viste a la moda, y al finalizar la función, intuí que se convertiría en una película de culto. Y así ocurrió. En esta ocasión sentí algo muy similar. Me produjo una absoluta satisfacción verla, tanto por la forma como por el fondo. Es una obra de arte que tal vez no sea el éxito en taquillas (en la función a la que fui, apenas había diez personas en la sala), pero muy seguramente quedará en la memoria de una nueva generación de “jotitas emergentes”, como dijera Horacio Villalobos.

Agradezco infinitamente su atención. En la próxima ocasión que nos veamos, habré de exponer un “Breve Glosario del Argot Gay para Bugas Despistados”. ¡Un abrazo y hasta la próxima!

 

@HijodeSuburbia

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