Los topes en nuestra vida cotidiana[i]

 

Ésta vez el título de mi artículo no representa un juego de palabras. Literalmente pretendo generar una discusión acerca de los topes, aquellos artefactos diseñados por la arquitectura vial, que afectan nuestra vida cotidiana de manera favorable o desfavorable.

 

Un tope puede ser definido como una herramienta vial cuyo propósito de origen es disminuir la velocidad de los vehículos en calles residenciales donde se dan velocidades altas además de proteger a los peatones. No están diseñados para cambiar el volumen de tráfico en calles residenciales. Entendido lo anterior, la lógica nos llevaría a pensar que solamente serían instalados en los cruces de las calles o avenidas de muy alta velocidad o en lugares donde los peatones estén expuestos físicamente a los impactos tras su caminar, como hospitales, estadios, centros comerciales o escuelas. ¿Esta teoría le suena a usted en la práctica?

 

La zona conurbada Veracruz-Boca del Río-Medellín alberga a casi 750 mil habitantes, lo que representa casi el 10 % de la población total veracruzana, es decir, una zona densamente poblada y que a diario presenta demandas de todo tipo. Las que tienen que ver con los topes están incluidas por supuesto. Detono el debate con los siguientes cuestionamientos: ¿quién pone los topes, cómo se regulan, cuántos hay en total, todos ellos cumplen con las normas internacionales y cumplen su cometido principal?

 

Vecinos del Fraccionamiento Floresta, municipio de Veracruz, recientemente han manifestado su molestia “contra quien resulte responsable” por la colocación de ocho topes simultáneos en la calle Floresta Poniente. Al respecto, y asumiendo que habría sido la autoridad municipal quien los colocó, se le preguntó a los vecinos quién de ellos y por qué habían hecho la solicitud ante la Dirección de Obras Públicas para la colocación de los topes. Sorprendente fue el silencio, pues nadie sabía con precisión quién los había solicitado. Solo hay dos alternativas, la primera es que el o los vecinos que solicitaron los topes no estaban presentes en el encuentro o dos, que los vecinos promotores de los topes no consultaron a los otros vecinos de la cuadra y con atrevimiento mandaron a colocar los topes, al darse cuenta de la turba de vecinos (molestos por no haber sido tomados en cuenta), decidieron dejar pasar las acusaciones y el debate para otro momento. Se descarta por completo la posibilidad de que la autoridad municipal haya hecho un estudio serio de impacto vial y determinara con indicadores y valores de referencia la necesidad de que justo en ésa calle de ése Fraccionamiento, se necesitaban más topes de los ya existentes…

 

Así que ante la incógnita del solicitante de los topes, lo más lógico fue preguntarle a las autoridades competentes el nombre o nombres de las personas que mandaron a instalar los topes. Más sorprendente aún resultó el hecho de que los encargados de área del Ayuntamiento no tuvieran conocimiento al respecto. Dos alternativas nuevamente, primero desconocimiento legítimo del tema (los propios vecinos construyeron sus topes) o segundo, contubernio fraternal de algún vecino con algún funcionario y optaron por el desaire al tema.

 

Al parecer el tema de los topes representa simplemente una alternativa para que las autoridades ganen adeptos entre algunos vecinos, pues su demanda está realmente satisfecha. Sin embargo no hay, o al menos no siempre aplica, un proceso para estudiar, someter a consulta e instalar un tope. Hacer lo anterior daría legitimidad a la demanda y cualquier Ayuntamiento ganaría más puntos a favor.

Pero vayamos un poco más allá. Diversos estudios avalados por Universidades e Institutos del Transporte en todo el mundo, apuntan como las principales bondades de un tope la reducción drástica de la velocidad por parte de los automovilistas, descenso en el número de accidentes viales, mayor precaución y que funciona efectivamente como un incentivo en la educación vial. Del otro lado, las principales deficiencias que presenta la colocación de un tope son que quitan tiempo para transitar, la mayoría de ellos (al menos en México y específicamente en Veracruz) están mal ubicados y diseñados, dañan físicamente el sistema de suspensión de los automóviles y provocan la emisión de contaminantes al momento de frenar por completo y volver a acelerar bruscamente. Ahí tiene usted, argumentos a favor y en contra.

 

Lo anterior me hizo reflexionar sobre la educación que tenemos en nuestro país y sobre todo en nuestro Estado. Si bien la señalética vial necesita mantenimiento permanente ya que es una zona donde el clima influye constantemente en el maltrato y el desgaste de distintos materiales, existe; y aunque no existiera físicamente, la precaución debe ser permanente. Esto último es particularmente importante dentro de los valores que los padres fomentan en sus hijos y éstos son reafirmados en las escuelas por parte de los profesores.

 

En lo personal me molesta que existan tantos topes en la zona conurbada, tan altos algunos que hay que maniobrar para no lastimar los autos y que estén tan cerca uno de otro. Me parece que es un reflejo de la poca o nula precaución y la educación que tenemos tanto los automovilistas como los peatones. De tener y demostrar algo de precaución y educación no tendrían razón de ser. Apunto también el hecho de que los mismos vecinos los promueven y los instalan, con ayuda o no de las autoridades, lo que agrega un ingrediente más a la ensalada. La nece (si) dad de algún vecino por garantizar “su tranquilidad” cotidiana resuelta a través de una iniciativa propia, mal planeada y mal ejecutada o simplemente satisfecha por una autoridad que no tiene control de calidad ni en sus procedimientos.

 

La solución para los problemas viales no son los topes. Países desarrollados de América del Norte y de Europa son muestra clara de que no hacen falta. La gran diferencia está en que sus conductores  se han apropiado netamente del reglamento vial y tienen que aprobar diversos cursos intensivos antes de podérseles otorgar una licencia de manejo. Creo que hay un trecho bastante largo por recorrer para que los mexicanos, e insisto los veracruzanos, lleguemos hasta ése punto.

 

Finalmente, dejo a su consideración el hecho de que la mayoría de los conductores del transporte público tienen como nivel máximo de escolaridad la primaria, o en su defecto secundaria trunca. ¿Cómo van a ser respetadas las reglas viales si a duras penas los encargados de transportarnos saben leer y escribir? A los topes súmele los baches, las alcantarillas sin tapa, los semáforos inoperantes, la ausencia de agentes de tránsito y a los conductores temerarios; resultado: un estrés y un peligro permanente en las calles.

 

Las autoridades deben endurecer sus procedimientos y los ciudadanos debemos exigir mejores servicios. Los transportistas, pues ellos seguirán jugando el mismo juego hasta que se los permitamos.

 

Sugerencias y comentarios

@_carlosrobles

robsaca@hotmail.com



[i] Autor Carlos Robles Saldaña. El autor cuenta con estudios de Licenciatura en Economía por la Universidad de las Américas en Puebla así como con estudios de Maestría en Administración por el ITESM. Se ha desempeñado en el sector internacional, privado y público.

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