Artemio y sus pies descalzos, caso del trovador que rechazó la fama

“Ningún hombre ha llegado a ser grande si no ha sido movido por cierta divina inspiración”: Cicerón.

José Antonio Herrera Cerezo/Fundacrover A.C.

 

En una urna regresó a su tierra, Las Higueras, municipio de Vega de Alatorre, el insólito trovador Artemio, el de los pies descalzos. Su partida conmovió. Ahora nace la leyenda. Su última actuación fue en Casa Museo “Salvador Díaz Mirón”. Cantó como nunca. Presentía su despedida de quienes le guardaban especial afecto.

Muchos los días que caminó descalzo, pantalón arremangado, sombrero de palma de cuatro pedradas y guitarra en brazos.

Piel morena tostada por el sol y una profunda filosofía de la vida al natural que se traducía en canciones que nunca antes se habían escuchado y, sobre todo, en un estilo musical que escondía la magia de la innovación, la chispa de la inspiración.

Así caminó Artemio, desde hace casi veinte años, de Mandinga a Matosa, del Conchal a la Isla del Amor, algunas veces a Boca del Río, en donde vivía en un modesto cuarto sin más pretensiones domésticas que un lugar para descansar.

Años de conocerlo, años de verlo y oírlo cantar a los turistas que le dispensaban un momento de su atención, mientras degustaban los mariscos y al calor de las cervezas y el exotismo de los “toritos” de cacahuate o de guanábana, el placer de escuchar una hermosa canción jamás difundida en la radio o  que presentara la televisión.

“Adiós tio…” le decíamos y un “humm” de respuesta denotaba una vida interior agitada por los sueños y la imaginación del trovador, del cantautor, del compositor lírico, del que no tuvo escuela formal ni la necesitó, del que no conoció el pentagrama ni la simbología musical que tampoco le hacía falta.

Artemio  y sus pies descalzos sólo era símbolo del viejo trovador que canta para sobrevivir hasta que sus melodías empezaron a denotar que algo extraño pero hermoso, sublime, guardaba en cada frase.

Un día alguien le dijo “…canta otra vez Veracruz de Agustín Lara así como lo hiciste” y contestó casi huraño, molesto, “no, disculpe no puedo repetir como lo hice en el mismo día, tal vez, en otra ocasión”..

Otro dia, a orillas del mar, restaurante en la Isla del Amor: “…oiga, esa canción cómo se titula, nunca la había escuchado ¡qué bonita¡ ¿Me la canta otra vez? Y Artemio siempre contestaba “no, no puedo”.

Los lugareños y la clientela asidua a la sabrosísima comida costeña veían de lejos y de reojo a Artemio. Se quería adivinar que en sus canciones originales existía algo extraordinario pero nadie lo decía.

De repente, una de las canciones de Artemio empezó a escucharse en la radio, en la televisión, y se anunciaba la venta de discos como pan caliente pero…¡oh, triste decepción¡ el registro de autor era otro.

Ahora entendíamos por qué Artemio se negaba a repetir sus canciones. El compositor intuía que algún perverso le quitaría su música.

Cuando se entraba en pláticas sobre sus canciones, rehuía comentar. Sólo dejaba traslucir su célebre “humm” que no decía otra cosa que desconfiaba de lo que se decía.

Hasta que apareció en el camino Juan González representante de Musical Productions de México, empresa con sede en Miami y…conquistó a Artemio.

La noche de la presentación internacional de su primer CD en el elegante hotel Fiesta Americana de la turística zona conurbada Veracruz-Boca del Río, Artemio con sus pies descalzos…ahí estaba, venciendo la timidez con su tozudes de no perder su identidad original.

Los reflectores del triunfo, la gloria, la fama no lo cegaron, ni siquiera el super contrato de grabación, derechos de autor, regalías y todo tipo de ofrecimientos.

Ahí estaba la televisión nacional para la mercadotecnia y los periodistas de espectáculos de radio y medios impresos.

Las entrevistas exclusivas y la orquesta en vivo con su público muy selecto incluídos los verdaderos amigos de Mandinga, El Estero, Isla del Amor y Boca del Río.

Una suite para el artista que no aceptó ni ver. Mesa con bocadillos y vino para compartir el momento del lanzamiento internacional de un artista que, como glorioso guerrero sudaba a mares ante las interrogantes: ¿quién inspira tus canciones?. ¿A quién le cantas en tus canciones?, ¿quién es tu musa?

“…Artemio, le gritaron sus amigos,, no cambies, sigue siendo como eres”. Y el artista no perdía detalles para contestar “no me hagan cambiar”. “Artemio, te quiero…yo también”.

Hoy, cuando ya reposa al lado de los trovadores, no lo volveremos a ver en la Isla del Amor o en Estero. Artemio y sus pies descalzos ya no está. Ahora sólo es recuerdo.

Sintonizo la FM con Domingo Lucas y el estilo único de balada tropical con falsete huasteco del trovador nos recuerda los días disfrazados de inocencia escuchando con la nostalgia de los años idos “…cantando quiero decirte lo que me gusta de ti” dedicado a doña María Félix en El Varadero de doña Luisa. ¿De quien era la canción que entonaba Artemio? Sin entender que eran de él. Artemio hasta entonces, en paz descansa. (30-10-13)

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *